La lluvia provoca tantas cosas: es melancólica, nos emociona, nos acurruca, y a veces, nos hace sentir esa presión en el pecho por alguna razón.
Lluvia que también nos hace bailar bajo el agua que cae sin importarnos el después, y nos hace, por un momento, vivir el presente.
La lluvia nos hace recordar los viejos tiempos, aquellos años en los que igual que hoy, veíamos el agua caer y sentíamos esto mismo, en otro momento, en otra edad, en otra circunstancia. La lluvia nos da siempre lo mismo, nos da algo necesario, algo imprescindible: este sentimiento de amor por algo, de extrañar algo que no sabemos bien qué es, esa nostalgia y melancolía que se reconfortan con un café, con un té o con una cobija, viendo el cielo nublado y el agua cayendo sin parar. De alguna hermosa forma, nos hace sentir vivos y dentro, de esta experiencia, encuentras la forma de acurrucarte con tus sentimientos.
La lluvia nos provoca esas ganas de no hablar, de sólo observar, ganas de silencio, de tener un momento contigo y con tu vida, con tu pasado o tus planes para el futuro. De sentir la esencia de tu ser, de respirar y suspirar. Gracias al cielo por dejar la lluvia caer, para así completar nuestros ciclos, recordar nuestros momentos más preciados, estar con nuestra persona más cercana: nosotros mismos.
¿Tú qué sientes al ver llover?
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